

"Nuestras lecturas"
EL
ZOO DE LOS CUENTOS
Señoras
y caballeros,
acerqúense
a visitar
el
gran zoo de los cuentos
y
su fauna singular.
Admiren en esa jaula
a aquel Gato tan ilustre
de las Botas, con cepillo
y betún,
dándoles
lustre.
Este es el Grillo Parlante:
el pobre está
un poco pocho
y
anda cojo de tres patas
por
culpa de un tal Pinocho
Nada el Pececito de Oro
en ese lago chiquito:
las pepitas de oro en caldo
son su plato favorito.
El buen Conejo de Alicia
tiene su casa aquí
al lado,
y
en cada bolsillo guarda
un
reloj suizo atrasado.
Y aquí
ven al pobre Cuervo,
aquel
de tan poco seso
que,
por cantar, abrió
el pico
y
se quedó
sin el queso:
todavía
no ha aprendido
esa
lección
esencial
y
nos cuesta cada día
cuatro
quesos del Roncal.
Gianni Rodari
LA
CALLE DEL GATO QUE PESCA
Peligroso es
andar por la Ca,
la Calle del Ga,
del Gato que Pes,
que Pesca y después
se esconde y escá-
pa pa pa pa.
¿Lo ves o no lo ves
al Gato que Pes?
allí, allí,
sentado en su ventaní.
A la gente que
pasa distraí,
el gato bandí
con caña y anzué
les pesca el sombré,
sombrero y el mo-
ño ño ño ño.
Pues el Gato así
pescó mi galé,
turbantes, boné-
tes y capelí
de gente que pa
bajo su ventá-
na na na na.
Poquito a poquí,
debajo su cu-
cha ya tiene u-
na sombrererí,
mientras se resfrí
la gente y se empá-
pa pa pa pa.
El Gato francés,
con tanto sombré,
nadie sabe qué
qué hace después,
y el asunto es
es que se disfrá-
za za za za.
Ya la policí
buscándolo está
de aquí para allá
al Gato bandí
que se esconde, y
es muy misterió-
so so so so.
Pero el Gato un dí
salió disfrazá
con gorra de la
de la policí.
Disfrazado así
dio una caminá-
ta ta ta ta.
Así disfrazá
oyó la denún-
cia de un transeún
contra un gato ma,
porque le ha robá
robado el boné-
te te te te.
El Gato no pue
decirle: Soy yo.
Confundido, no
tiene más remé
que llevarse pre,
preso al calabó-
zo zo zo zo.
María Elena Walsh
LA
ESTACIÓN
¡Vaya
estación
de categoría!
¿Habéis
oído
la megafonía?
«Desde
la vía
número
nueve
va a salir el rápido
para Sisepuede».
¡Qué
educación,
la de esta estación!
Si hay un retraso, da una explicación:
«El
tren correo viene renqueando
y no llegará
hasta las quiensabecuándo».
Y cuando por fin aparece el tren,
se da a conocer en el mismo andén:
«¡Estación
de Paradoelproyecto!
¡Todo
el mundo abajo; final de trayecto!».
Gianni
Rodari
LA
ESTACIÓN
¡Vaya
estación
de categoría!
¿Habéis
oído
la megafonía?
«Desde
la vía
número
nueve
va a salir el rápido
para Sisepuede».
¡Qué
educación,
la de esta estación!
Si hay un retraso, da una explicación:
«El
tren correo viene renqueando
y no llegará
hasta las quiensabecuándo».
Y cuando por fin aparece el tren,
se da a conocer en el mismo andén:
«¡Estación
de Paradoelproyecto!
¡Todo
el mundo abajo; final de trayecto!».
Gianni
Rodari
LA
FAMILIA PUNTOYCOMA
Hubo una vez una coma
que hizo amistad con un punto,
y ambos se gustaron tanto
que se casaron y vivieron juntos.
Ni de día
ni de noche
se
separaban ni un pelo,
siempre
del brazo los dos:
«¡Son
la pareja modelo!
¡Puntoycoma,
qué
familia!»,
comentaba
todo el mundo.
«¡Son
la octava maravilla!».
De
modo que en su presencia
se
inclinaban las mayúsculas
en
señal
de deferencia,
convirtiéndose
en minúsculas.
Y
si alguna no agachaba
bien
el coco por pereza,
el
lápiz
del profesor
le
cortaba la cabeza.
Gianni
Rodari
LA INYECCIÓN
«Los
hombres no lloran». «Los niños valientes se están quietos». «¿No ves que no te
va a doler?»
La ampolla del suero tenía
el tamaño de un torpedero, y la aguja mediría lo que un lápiz. Al acercarse,
aterraba. Era como una de las abejas aguijonas que tantas veces nos habían
arreado un buen pinchazo al intentar atraparlas, sólo que sin alas y sin
zumbido. Y si una abeja o una avispa nos hacía pegar saltos con un rejo que ni
se veía, el de la aguja dura y afilada debía hacer un taladro como el de las
polillas por lo menos.
La huida a la carrera terminaba por
debajo de cualquier cama sin resollar para no delatarnos, en lo alto de un árbol,
en la azotea. Pero las manos se multiplicaban, parecían los tentáculos de un
pulpo que nos aferraban para sacarnos del escondite. Al llegar a la cama donde
iban a sacrificarnos, volvíamos a pegar un sacudión repentino, y nos metíamos
en el lugar que más cerca estuviera y más propicio y refugiador nos parecía.
El pie, mientras, se nos había
hinchado, y ya estaba morado como una lombarda. El clavo herrumbroso había
dejado al sacarlo una raya negruzca que se infectó después.
Hasta que una especie de manada de
búfalos desmandados, en la que no se distinguían cabezas de brazos, piernas,
manos atenazantes y otros materiales de guerra, nos derrotó sobre la cama, y
la desmesurada inyección del tétanos fue puesta más o menos en su sitio,
porque las patadas, revuelcos, embestidas, bufidos y otros medios legítimos de
defensa, no permitieron mayor precisión.
Luego nos dieron besos. Pero nos los
quitábamos.
Luis Feria
LA
RANA DOCTORA
Muy
temprano, a la mañana,
llega
la doctora rana
salta
que te salta urgente
a
atender a los pacientes.
La
gripe del cocodrilo
la
cura con té de tilo.
Los
estornudos del oso,
con
un poco de reposo.
La
tos de la comadreja
la
calma con miel de abeja.
La
fiebre de la tortuga,
con
jarabe de lechuga.
Receta
sopa de planta
para
el dolor de garganta
y
solamente una miga
para
el dolor de barriga.
Tiene
crema de verdura
para
las lastimaduras
y
unas gotas de rocío
para
el que sufre de frío.
Con
un grito, en un instante
cura
el hipo de elefante
y
hasta el catarro del gato
puede
aliviar en un rato.
Y no
hay remedio mejor
para
olvidar el dolor
que
los mimos de la rana
cuando
canta “Sana, sana…”
Liliana Cinetto
LA
RANA Y LA GALLINA
Había una vez una rana que vivía en un
charco cercano a una granja en la que había muchos y muchos animales, que yo
recuerde había burros, cerdos, caballos, cabras, palomas, gallinas, faisanes,
pavos reales, avestruces, conejos y algunos más.
Una tardecita, cuando todavía la luz del sol se
mantiene encendida en el cielo, una gallina de la granja iba muy contenta
paseando por el prado, camino de la charca donde vivía la rana.
La rana, que era muy poco amiga de las visitas, enseguida se puso a
pensar cómo espantar a la gallina o cómo insultarla, pues era además una rana
muy malcriada que andaba todo el día maquinando cómo molestar a los vecinos.
La gallina, poquito antes de llegar a la charca, se sentó cómodamente
entre unas mullidas hierbas y al poco se levantó y comenzó alegremente a
cacarear, que así se llama el canto repetido de la gallina o el gallo.
La rana encontró en eso la oportunidad para meterse con ella:
—¡Vaya, vaya!, —le dijo—. ¿Se puede saber a qué viene tanta bulla? ¿O
es que has terminado un curso de cómo aprender a molestar a los vecinos y
estás haciendo las prácticas?
—Pues no, señora rana, canto porque estoy muy contenta esta tardecita.
—¿Y se puede saber por qué?
—Pues porque acabo de poner un huevo, asunto que es motivo de alegría
para mí y, por tanto, me gusta anunciarlo.
—¡Oh, la señora pone un huevo, un sencillo y único huevo, no mayor
que el puño de un bebé y se pone a anunciarlo con tanta escandalera y
publicidad que parece que haya inventado la PlayStation.
—Así es, querida rana: un solo huevo. Sin embargo, estoy extrañada,
pues no entiendo de qué te asombras, pues ni yo ni mis amigos de la granja
jamás nos hemos espantado de oírte cómo te pasas las noches y los días croando
sin cesar. Así que te recordaré lo que sobre nosotras dijo ya hace tiempo un
fabulista:
«Yo, porque sirvo de algo, lo publico;
tú, que de nada sirves, cierra el pico».
La rana, entonces, se marchó refunfuñando, pues
la gallina le había dado una lección que no olvidaría en mucho tiempo. Bien
sabido es que al que trabaja o hace cosas de provecho puede permitírsele que lo
pregone; sin embargo, el que no hace nada bien haría en callarse.
Tomás de Iriarte
Adaptación de Félix Hormiga
LAS
TRAVESURAS DE LAS TIJERAS
En
el costurero ayer
protestaba
un alfiler:
—¡Qué
traviesa es la tijera!
Todo,
todo cortajea.
—Miren
cómo me ha mordido—
dijo
un hilván descosido.
—Con
sus dos ojos me espía
mientras
corta todo el día—
la
acusó un metro de tela
bordado
con lentejuelas.
—A
mí me tiene cansada—
dijo
una cinta enojada.
—La
tijera es una bruja
—gritó
ofendida una aguja—
porque
arruina mi trabajo
cada
vez que le hace un tajo
Cuando
el cierre abrió la boca
opinó
que estaba loca.
—Con
sus dientes afilados
está
siempre haciendo estragos—
lloraba
un hilo enredado
y un
poco deshilachado.
Lo
consolaba la lana
que
tejía en la ventana.
-Yo
estoy quedando muy flaco
pues
me corta a cada roto-
le
decía a un dobladillo
muy
preocupado el ovillo.
Al
centímetro pedían
que
al fin tomara medidas.
Muy
orgulloso, el dedal,
con
su traje de metal
era
el único valiente
que
se ofreció a hacerle frente.
Pero
entonces se enteraron
de
lo que había pasado.
El
chismoso del botón
asomado
en el balcón
del
ojal de una camisa
les
dijo muerto de risa:
-La
tijera impertinente
se
rompió todos los dientes.
Se
lastimó de este modo:
por
querer cortarlo todo
quiso
cortar la tijera
el
cordón de aquella acera.
Y
así fue que la bromista
terminó
yendo al dentista.
Liliana
Cinetto
LOS
CUENTOS DEL REVÉS
Pues esto era una vez...
un pobre lobatito
que llevaba a su abuela
la cena en un cestito,
y en la mitad del bosque,
donde era más
oscuro, entre las hojas,
topó
con la terrible
Caperucita Roja,
armada de un trabuco naranjero
igual que el de Farruco el bandolero.
Lo que pasó
después,
ya lo adivinaréis...
Muchas veces, los cuentos que conoces
suceden al revés:
se organiza un ciempiés
y Blancanieves va y la emprende a coces
con los pobres enanos,
o la Bella Durmiente tiene insomnio,
o el príncipe
galán
pide la mano
de una hermanastra fea cual demonio
dejando a la madrastra tan contenta,
mientras que Cenicienta
se queda sin su novio y sin madrina,
de guardia en la cocina.
Gianni Rodari
LOS
SENTIDOS
Has
vuelto al parque
y
has visto los árboles
y has oído
a los pájaros
y has visto y oído
a los niños
jugando
y te has acercado a oler unas flores
y a palpar el agua del estanque,
que te reflejaba
con cielo, rodeándote...
Al salir del parque
has probado los ricos barquillos de canela
que vendía
un hombre...
¡Por
poco te mata un coche!
Por no ver el coche...
Por no oír
el claxon...
Porque tus sentidos se habían
quedado
en el parque,
jugando.
Félix Casanova de Ayala
PESCA
EN EL LAGO
El pescador llevaba dos horas en su barca. De repente sintió un
tirón
en la caña.
Recogió
el sedal y vio lo que traía
el anzuelo. Muy irritado, exclamó:
-iOtra bota!
El pescador la desenganchó del anzuelo y la arrojó
por la borda.
Una vez más,
y gracias a su excelente camuflaje, el pez bota se había
salvado.
Pinto & Chinto
PINTO
O PINTÓ
Un acento alocado
dio un tropiezo y cayó
en
la ciudad de Pinto,
así
que la pintó.
La gente fue a quejarse:
«Señor
gobernador,
la
ciudad nos espanta
tan
llena de color».
Pero cierto estudiante
se fijó
y al momento
resolvió
el gran problema
borrando
aquel acento.
Ahora, en el parque público,
han
dedicado un busto:
A
quien pone el acento
siempre
en el sitio justo.
Gianni
Rodari
COSAS
DE LOS MAYORES
¡Qué
cosas más raras se les ocurrían a los mayores! «Los niños no hablan hasta que
orinan las gallinas». Nos dejaban perplejos, preocupados por algo que nunca se
nos había ocurrido.
¿Cómo
harían eso? Nos poníamos a acecharlas creyendo que el enigma tendría fácil
solución, pero ninguna de las gallinas parecía tener muchas ganas. Impacientes,
les levantábamos una pata a ver si era como lo de los perros, pero corrían
despavoridas dando saltos idiotas, con el pescuezo estirado y ojos de locas.
Por ayudarlas, las regábamos
un ratito con la manguera para que se animasen con la humedad, pero nada. SÍ
las veíamos agacharse, creíamos que ya, que lo hacían como las viejas cuando se
ahuecan las faldas en el campo o en una cuneta. Pero resultaba que, al
levantarse, lo que habían hecho era un huevo. No lográbamos entenderlo. Y como
nosotros, ni hablar.
Las dejábamos
por imposibles, y esperábamos a que los mayores repitieran aquella tontería
para reírnos de ellos: evidentemente, las gallinas nunca orinaban.
Luis Feria
DISTRACCIÓN
INTERPLANETARIA
Vaya usted a saber si ahora mismo,
en un ejercicio
sobre Marte, Mercurio o Neptuno,
no habrá
algún alumno
de una escuela, sentado en su banco,
que no acierta a encontrar la palabra
precisa que le abra
la página
en blanco.
Es verdad que, en el cielo de Orión,
de los Gemelos y del León,
no es nada extraño
que uno se deje en el tintero
hasta los signos de puntuación,
como hago yo...
Ahora casi parece que siento
el leve rasgueo
de una plumilla
allá
en el fondo del firmamento:
y es que en un minúsculo
puntito
de la Vía
Láctea,
hay un minúsculo
chaval
que está
dibujando un muñequito
en su libro de Historia Universal
Sabe que está mal,
yo también lo sé,
pero, si lo encuentro,
los dos nos reiremos por igual.
Gianni
Rodari
EL
CONTABLE CABALLITO
Conozco yo a un contable
que es también
caballito.
Va
al banco cada día
leyendo
en el tranvía;
es
un tipo corriente,
algo
calvo, bajito,
rechoncho,
lleva lentes...
En
el mundo hay contables
bastante
más
notables,
y
doctores, y gente
mucho
más
imponente.
Pero
¿a
quién
le interesa
si
uno es sencillamente
un
contable muy serio
o
es también
caballito?
Se
desvela el misterio
cuando
un niño
rubito
se
encarama a su abuelo
que
llega del trabajo
y,
montándolo
a pelo,
galopa
hasta el salón
aunque
el señor
de abajo
proteste,
el muy gruñón.
Gianni Rodari
EL
CUERVO Y EL PAVO
Entusiasmado por su
propia ignorancia un pavo desafió a volar a un cuervo. Cualquiera,
conociendo la forma de volar de uno y de otro, es capaz de adivinar lo que
pudiera ocurrir. Así que al poco de iniciar el vuelo, el pavo le gritó, viendo
al cuervo ya lejos:
— Espérate, ¿sabes lo que estoy pensando? Que eres
negro y feo.
Pero el cuervo seguía
su vuelo y cada vez aumentaba más la distancia entre los dos.
— Escucha —insistía el pavo—, también pienso que
eres un pajarraco de mal agüero.
Y viendo cómo el
cuervo se distanciaba más y más, le gritaba fortísimo:
— ¡Quita, que me
das asco, grandísimo puerco que comes cuerpos muertos!
El pavo apenas
podía aguantar el peso de su cuerpo y volaba torpemente mientras el cuervo
rápidamente hacía cabriolas en el aire y volaba felizmente.
— ¡Pajarraco, feo y
negro —gritaba ya casi sin voz el pavo.
— Nada de lo que
has dicho viene al caso, porque aquí lo que hemos acordado es celebrar una carrera
y ver quién vuela mejor. Y como queda demostrado este pajarraco, negro y feo
te ha ganado —le contestó el cuervo.
Y es que como en
todo, hay gentes que cuando no encuentran defectos en las obras de otro
arremeten contra la persona, los muy necios.
Tomás de Iriarte
Adaptación de Félix Hormiga
EL
FUTURO
«Cuando
sea mayor...»
Y nos apoyábamos
en la sílaba
final llenándonos
la boca con ella, saboreando la o y la erre, abriendo los ojos como si entreviéramos
todo lo que podríamos
hacer, la de cosas que íbamos
a inventar, a lograr, a decidir.
Cuando yo sea mayor, seré
de los que hacen barcos, o de los que fabrican aviones y pistolas, o afilador
de cuchillos para tirarlos en el circo, o... Y nos adelantábamos
con la imaginación
a las palabras, nos veíamos
ya explorando alguna isla vista en los cromos, luchando contra los salvajes
emplumados, saludando en mitad de la pista después
de hacer pasar al león
por el aro llameante.
Otros preferían:
cuando yo sea grande, seré
de repartir cartas, de hacer cohetes de colores, y gigante, y de poner telegramas
yo sólo
y de inventarme un sacapuntas para afilar las ramas de los árboles.
Los más
chicos decían:
pues yo quiero ser dedo gordo del pie, ombligo, telaraña
o gota de agua para hacerme un charquito.
Luis Feria
EL
INDIO Y LA LLUVIA
El hechicero de la tribu se llamaba Caballo Loco pero sólo
un Poco. Había
recibido el encargo del jefe de propiciar la lluvia, ya que hacía
meses que no caía
ni una gota de agua. Caballo Loco pero sólo
un Poco se dirigió
a la pradera para efectuar allí
la Danza de la Lluvia.
Caballo
Loco pero sólo
un Poco danzó
la Danza de la Lluvia desde el amanecer hasta el ocaso, pero no cayó
ni una gota de agua. Totalmente hundido, se sentó
en una roca con el rostro entre las manos y entonó
un cántico
de tristeza. Y Caballo Loco pero sólo
un Poco cantaba tan mal que se puso a llover, y
la tribu lo felicitó
efusivamente, y hubo gran alegría.
Pinto & Chinto
EL
LÁPIZ
La mamá de Daniela, tras afilar muy bien el
lápiz, se puso a dibujar en un bloc para entretener a la niña, que estaba sentada
a su lado. La mamá de Daniela dibujó un león, y después dibujó una mariposa, y
luego dibujó un cocodrilo, y luego dibujó un caballo, y luego un avestruz, y
luego un perro, y luego dibujó un gato.
La pequeña Daniela pensó: «¡Este lápiz está
lleno de animales por dentro!».
Y en un momento en que su madre se ausentó,
decidió abrir el lápiz para ver los animales que había dentro. Consiguió romper
la madera del lápiz y dejó al descubierto la mina, gris y alargada. La pequeña
Daniela dijo:
-Vaya. Dentro del lápiz
solamente quedaba un gusano.
Pinto & Chinto
EL
MONO Y EL ELEFANTE
Dicen que hace
tiempo hubo un congreso de varios animales, para saber entre ellos de su
historia y de sus cosas, y allí andaban divagando cuando un mono
expuso seriamente que había que hacer como los hombres racionales: escribir la
historia, estableciendo de esta manera el origen y sus hechos para instruir a
las nuevas generaciones. De esta forma la historia que tuvieran para contar
también les daría la gloria, pues recogería los sucesos más importantes, dignos
de recuerdos y celebración.
La idea gustó a los
reunidos y el mono se ofreció para ser él mismo quien comenzara con la tarea de
ir escribiendo la historia.
El rey León ordenó
que se le diese una paga al mono por su trabajo y sus gastos de oficina.
El mono pidió al
ganso una pluma y el nuevo historiador, primero de entre los animales, emprendió
la faena.
Imitando pues la
capacidad del hombre para escribir y registrar su historia, el mono escribió
una voluminosa obra que sólo hablaba de él y de sus compañeros monos. Y luego
pasaron años sin que escribiera nada nuevo.
Los otros animales
esperaron a que el mono se dignara a escribir algo más, pero el tiempo pasaba y
nada nuevo salía de las manos del historiador.
El elefante, con
fama de sabio, se acercó un día al mono y le preguntó:
—¿Qué ha pasado con
tu oficio de historiador?, ¿no se supone que tenías que escribir la historia de
todos los animales del mismo modo que el hombre escribe su historia?
—Cierto, y hasta se
me entrega un sueldo para ello, pero no te asombres ni te extrañes, pues al
mismo hombre imito; obras importantes promete al público y al final sólo
escribe de sí mismo.
Tomás de Iriarte
Adaptación de Félix Hormiga
EL
MONSTRUO
El pequeño Marcelo, al poco tiempo de haberse
acostado, gritó:
—¡Mamá! ¡Mamá! ¡Hay un monstruo bajo mi
cama!
La mamá de Marcelo entró en la habitación.
—¡Hay un monstruo debajo de mi cama!
—gritaba Marcelo.
Y su madre le dijo:
—Pues claro que hay un monstruo bajo tu
cama, Marcelo. Nosotros somos una familia de monstruos. Tu padre es un
monstruo. Yo soy un monstruo. Tú y tu hermano sois dos monstruos. Dormís en
una litera, y tu hermano duerme debajo. Por eso hay un monstruo bajo tu cama.
Marcelo se
tranquilizó, y durmió toda la noche de un tirón.
Pinto & Chinto
EL
PERIODISTA
Periodista, enviado especial,
¿alguna
noticia sensacional?
He estado en América,
en la China,
en
Escocia, en Suecia y en Argentina,
entre
rusos y entre polacos,
con
suizos, franceses, checos y eslovacos,
también
he hablado con los guaraníes,
con
los esquimales y con los maoríes,
vengo
de Chile, de la India, del Congo,
de
la tribu de los bongo-bongo...
jY
traigo una noticia, una únicamente!
Seguro
que me echan de puro indolente,
y
eso que el asunto es excepcional,
digno
de un gran titular colosal:
todos
los pueblos de la Tierra
han
declarado la guerra a la guerra.
Gianni Rodari
EL
RELEVO
Todos los días
da la mañana
la vuelta al mundo,
despierta a las naciones,
los pájaros,
los montes y los mares,
a los maestros y a los alumnos.
De oriente a occidente,
abre el sol las escuelas,
cantan las tizas
en las pizarras negras
las palabras más
blancas de cada lengua.
Los niños
se relevan para estudiar:
salen a jugar los de Pekín
cuando entran en clase los de Berlín,
y cuando se acuestan los de Alma Atá
se despiertan los de Bogotá.
Estudian por turno,
y así
no se pierde un minuto diurno.
Gianni
Rodari
EL
TRAJE DEL FUTURO
Este
traje es el último grito:
se
alarga y se ensancha
hasta
el infinito;
no
pierde botones,
no
se desgastan los pantalones,
no
tiene sietes ni lamparones;
se
lo pone uno en la guardería
y,
año tras año,
crece
cada día.
Es
muy probable que a los sastres
les
parezca más bien un desastre
y
exijan urgentemente al gobierno
algún
decreto firme y drástico
en
contra del rendimiento eterno
del
condenado traje elástico.
A
mí, que esté o no esté autorizado
me
da lo mismo: ya lo he inventado.
Gianni Rodari
EL
TREN DE LOS NIÑOS
Hay un país
que funciona tan bien
que
cada niño
tiene su tren.
Hay tanta máquina
y tanto vagón
que
ya no caben en la habitación;
trenes larguísimos,
desde aquí
hasta allá,
que
corren por toda la ciudad.
En la estación
manda un niño
más
chico
que
ese pito que toca con tanto ahínco,
la jefa del tren es una chiquilla
aún
más
alegre que su cornetilla,
y son también
niños
el revisor,
el
maquinista y el conductor.
No existe un solo compartimento
sin una ventana junto a cada asiento,
y el chavalito de la taquilla
tiene un cartel en su ventanilla:
«Aviso
a las madres
y
a los padres:
cuando el viajero es persona mayor,
debe acompañarlo
siempre un menor».
Gianni
Rodari
EL
VIENTO
El viento se despierta muy temprano y se va al trabajo. El viento
tiene por delante una dura jornada laboral: mueve los molinos de viento, seca
la ropa de la gente, desprende las hojas de los árboles,
empuja los veleros...
-¡Menos
mal que el mar no es cuesta arriba! —dice.
El viento trabaja mucho, pero también
tiene su tiempo libre. El viento, en su tiempo libre, se divierte todo lo que
puede: vuela los sombreros a los caballeros, despeina a las señoras,
cierra las puertas de golpe...
El viento se
divierte todo lo que puede. A veces, mientras silba su eterna canción,
se lo puede ver en forma de tornado, dando vueltas y más
vueltas. Porque un tornado no es sino el viento bailando.
Pinto & Chinto
ARRORRÓ
Guardo muchas canciones en la memoria,
pero en el alma llevo tan sólo
una:
aquella
cuyas notas suenan a gloria,
la
que cantó
mi madre ¡unto
a mi cuna.
Aquella cuyas frases van impregnadas
del cadencioso arrullo de las palomas,
y cuyas vibraciones inmaculadas
tienen para nosotros luces y aromas.
Arrorró
de mi tierra, sencillo y blando,
lleno
de dulce y vaga melancolía,
¡quien
no te ha oído
nunca vive ignorando
de
los grandes amores la poesía!
Susurro de los valles que lleva el
viento,
del mar o de los bosques canción
lejana,
todo
cuanto en mis peñas
tiene un acento
en
tus notas encuentra la nota hermana.
Y se mezclan al ritmo de tus cantares
unas veces la dicha y otras la pena;
el murmurar alegre de los pinares
o el gemir de las ondas sobre la arena.
Canción
incomparable, toda dulzura,
canción
de mis recuerdos, tierna y vehemente,
cada
vez que te escucho se me figura
que
una ola de besos baña
mi frente.
Domingo J. Manrique
CANCIÓN DE LA VACUNA
Había
una vez un bru,
un
brujito que en Gulubú
a
toda la población
embrujaba
sin ton ni son.
Paseaba una vez Mambrú
por
el bosque de Gulubú.
El
brujito se acercó
y
el resfrío
le contagió.
La vaca de Gulubú
no
podía
decir ni mu.
El
brujito la embrujó
y
la vaca se enmudeció.
Los chicos eran muy bu,
burros todos en Gulubú.
Se
olvidaban la lección
o
sufrían
de sarampión.
Pero entonces llegó
el Doctorrrr
manejando un cuatrimotorrrr.
¿Y
saben lo que pasó?
¿No?
Todas las brujerías
del brujito de Gulubú
se curaron con la vacú
con la vacuna
luna luna
lu.
Ha sido el brujito el u,
uno y único
en Gulubú
que
lloró,
pateó
y mordió
cuando
el médico
lo pinchó.
Y después
se marchó
el Doctorrrr
manejando
el cuatrimotorrrr.
María Elena Walsh
CANCIÓN
DE LAS CUATRO ROSAS
Rosa se llama mi novia,
rosa mi madre y mi hermana;
rosa, también es el nombre
que lleva a popa mi
barca.
Cuando hacia el puerto
se hace la marcha,
vuela mi Rosa velera
porque tres Rosas me aguardan.
Los rizos que la ola forma
rosas parecen de plata,
y rosas, también, las luces
primeras de la
alborada.
Por todas partes las rosas
me guían y me acompañan;
pero
las rosas mejores
son
las que llevo en el alma:
las
tres Rosas que en el puerto
con
impaciencia me aguardan.
Saulo Torón
CANCIÓN
DE TITINA
¿Por dónde camina
la hormiga Titina
con una sombrilla
de flor amarilla?
Ay, que trastabilla.
Camina con maña
por la telaraña,
porque tiene en vista
ser equilibrista.
Es muy deportista.
—iTitina,
no sigas!
—gritan
las hormigas—.
¡De mala manera
la Araña te espera
con una tetera!
—En cuanto se asome
te caza y te come.
Y Titina ¡zas!
se cae para atrás,
del susto nomás.
La Araña se asoma
y dice: —Qué broma,
hoy me quedaré
sin tomar el té.
Y adelgazaré...
A regañadientes
se quita los lentes,
y cierra el balcón
con desilusión,
la Araña en batón.
Titina en la tela
perdió
tres chinelas.
Con
las otras tres,
puestas
al revés,
baila
chamamés.
María
Elena Walsh
CANCIÓN
PARA DORMIR A UN COCODRILO
Duérmase
cocodrilito,
en
su cunita de barro
que
ya es de noche y el viento
ha
llegado hasta el pantano.
Duérmase
cocodrilito,
sobre
su almohadón de espinas
que
es de noche y en el cielo
miles
de estrellas lo espían.
Duérmase
cocodrilito,
con
su manta de hojas secas
que
ya es de noche y la luna
solamente
está despierta.
Duérmase
cocodrilito,
con
su pijama marrón
que
es de noche y se termina
poco
a poco esta canción.
Liliana
Cinetto
EL
BAÑO
Había
una vez un ratón que estaba sucio, así que decidió darse un baño. Llenó la
bañera de agua y se bañó.
Pero
el ratón seguía sucio, así que dejó que el agua rebosase y corriese por el
suelo.
El
agua inundó el cuarto de baño. Pero el ratón seguía estando sucio, así que dejó
que el agua saliese por la ventana.
El
agua inundó la calle. Pero el ratón seguía estando sucio, así que dejó que el
agua inundase la casa de al lado.
Los
vecinos de la casa de al lado gritaron:
–
¡Cierra el grifo, que hoy ya nos hemos bañado!
Pero
el ratón seguía estando sucio, así que dejó que el agua inundase toda la
ciudad.
La
gente le gritaba:
–
¡Cierra el grifo, que ya estás limpio!
El
ratón dijo:
–
Tenéis razón. Ya estoy bien limpio.
Entonces
cerró el grifo.
En
aquel momento, la ciudad estaba completamente empapada. Pero al ratón le daba
igual. Se restregó con una toalla hasta que estuvo totalmente seco.
Y
después se fue derecho a la cama.
Arnold
Lobel
EL
POZO DE LOS DESEOS
Una
ratita se encontró un día con un pozo de los deseos.
–¡Ahora,
todos mis deseos podrán cumplirse! –exclamó-.
Tiró
una moneda dentro del pozo y pidió un deseo:
–¡Ay!
–gritó el pozo.
Al
día siguiente, la ratita volvió de nuevo.
Tiró
otra moneda al pozo y dijo:
–Quiero
que este pozo no diga nunca más ay.
–¡Ay,
cómo duele! –gritó el pozo.
–¿Qué
podría hacer? Así, mis deseos nunca se cumplirán. –se lamentó la ratita.
La
ratita corrió a casa y cogió la almohada de su cama.
–¡Esto
podría servirme! –dijo.
Y
regresó corriendo al pozo.
La
ratita tiró la almohada al pozo.
Después,
tiró la moneda al pozo y formuló un deseo.
–¡Ah,
esto está mucho mejor! –dijo el pozo.
–¡Bien!
Ahora puedo empezar a pedir deseos –dijo la ratita.
Y
desde aquel día, la ratita pidió muchos deseos al pozo.
Y
todos se cumplieron.
Arnold
Lobel
EL
RATÓN VIEJO
Había
un ratón viejo que todos los días salía a pasear.
Al
ratón viejo no le gustaban los niños. Cuando los veía por la calle, les
gritaba:
–
¡Fuera de ahí, pequeñas fieras!
Un
día, el ratón viejo estaba dando un paseo. De repente, se rompieron los
tirantes y se le cayeron los pantalones.
Por
allí pasaban unas señoras y el ratón viejo les gritó:
–
¡Ayúdenme!
Pero
las señoras vociferaron:
–
¡Se le han caído los pantalones!
Y se
fueron corriendo.
El
ratón viejo corrió a su casa y gritó:
–
¡Ayúdame!
Pero
su mujer le dijo:
–
¡Qué ridículo estás en calzoncillos!
Y le
dio un golpe en la cabeza.
El
ratón viejo se echó a llorar.
Unos
niños que pasaban por allí dijeron:
–
¡Pobre ratón viejo! Nosotros te ayudaremos. Toma un chicle. Con él podrás sujetarte
los pantalones.
–
¡Mirad –gritó el ratón viejo–, ya no se me caen los pantalones! ¡Este chicle es
estupendo! ¡Nunca se me volverán a caer los pantalones!
Aquellos
pantalones nunca más se le volvieron a caer.
Y,
desde entonces, el ratón viejo siempre fue amable con los niños cuando salía a
pasear.
Arnold
Lobel
EL
RATÓN Y LOS VIENTOS
Un
ratón salió a navegar en su barco, pero no había viento. El barco no se movía.
–
¡Viento –gritó el ratón–, baja y empuja mi barco por este lago!
–
Aquí estoy –dijo el viento del oeste.
El
viento del oeste sopló y sopló. El ratón y el barco volaron por los aires… y
aterrizaron en el tejado de una casa.
–
¡Viento –gritó el ratón–, baja y quita mi barco de esta casa!
–
Aquí estoy –dijo el viento del este.
El
viento del oeste sopló y sopló. El ratón y el barco y la casa fueron por los
aires… y aterrizaron sobre un árbol.
–
¡Viento –gritó el ratón–, baja y quita mi barco de esta casa y de este árbol!
–
Aquí estoy –dijo el viento del sur.
El
viento del sur sopló y sopló. El ratón y el barco y la casa y el árbol fueron
por los aires… y aterrizaron en la cima de la montaña.
–
Viento –gritó el ratón–, baja y quita mi barco de esta casa, de este árbol y de
la montaña!
– Aquí
estoy –dijo el viento del norte.
El
viento del norte sopló y sopló. El ratón y el barco y la casa y el árbol y la
montaña fueron por los aires… y cayeron en medio del lago.
La
montaña se hundió y se convirtió en una isla.
El
árbol cayó sobre la isla y floreció.
La casa
cayó junto al árbol.
Una
señora se asomó a una ventana de la casa y dijo:
– ¡Qué
lugar más agradable para vivir!
Y el
ratón se fue navegando en su barco.
Arnold
Lobel
EL
VIAJE
Había
una vez un ratón que quería visitar a su madre. Así que compró un coche y se
dirigió a casa de su madre.
Condujo
y condujo y… condujo hasta que el coche se rompió.
Pero
a un lado de la carretera había una persona que vendía patines. Así que el
ratón compró un par de patines y se los puso.
Patinó
y patinó y patinó hasta que las ruedas se soltaron.
Pero
a un lado de la carretera había una persona que vendía botas. Así que el ratón
compró unas botas y se las puso.
Caminó
y caminó y caminó hasta que las botas… se agujerearon.
Pero
a un lado de la carretera había una persona que vendía tenis. Así que el ratón
compró un par de tenis.
Se
puso los tenis y corrió y corrió y corrió hasta que los tenis se gastaron.
Entonces
se los quitó y caminó y caminó y caminó hasta que los pies se le lastimaron
tanto que no pudo seguir andando.
Pero
a un lado de la carretera había una persona que vendía pies. Así que el ratón
se quitó sus viejos pies y se puso unos nuevos. Y así anduvo hasta llegar a
casa de su madre.
Cuando
llegó, su madre se alegró mucho de verlo.
Lo
abrazó… y le dio un beso y le dijo:
–
¡Hola, hijo! ¡Qué bien te encuentro y qué pies nuevos tan bonitos tienes!
Arnold
Lobel
NUBES
Un
ratoncito salió a pasear con su madre.
Subieron
a la cima de una montaña y miraron al cielo.
–¡Mira,
se ven figuras en las nubes! –dijo la madre.
El
ratoncito y su madre vieron muchas figuras.
Vieron
un castillo… un conejo… un ratón…
–Voy
a coger unas flores –dijo la madre.
–Yo
me quedaré aquí mirando las nubes –dijo el ratoncito.
El
ratoncito vio en el cielo una gran nube, que se hizo más y más grande.
La
nube se convirtió en un gato.
El
gato se acercaba cada vez más al ratoncito.
–¡Socorro!
–gritó el ratoncito.
Y se
echó a correr hacia su madre.
–¡Hay
un gato enorme en el cielo! ¡Tengo miedo! –lloriqueó el ratoncito.
Su
madre miró al cielo y dijo:
–No
te asustes. ¿Ves? El gato se ha convertido otra vez en nube.
El
ratoncito vio que era cierto y se quedó más tranquilo.
Ayudó
a su madre a recoger flores, pero no volvió a mirar al cielo en toda la tarde.
Arnold
Lobel
RATÓN
MUY ALTO Y RATÓN MUY BAJO
Había una vez un ratón muy alto y un ratón
muy bajo que eran buenos amigos. Cuando se encontraban, Ratón Muy Alto decía:
–¡Hola, Ratón Muy Bajo!
Y Ratón Muy Bajo decía:
–¡Hola, Ratón Muy Alto!
Los dos amigos solían pasear juntos. Cuando
paseaban, Ratón Muy Alto decía:
–¡Hola, pájaros!
Y Ratón Muy Bajo decía:
–¡Hola, hormigas!
Cuando pasaban por un jardín, Ratón Muy Alto
decía:
–¡Hola, flores!
Y Ratón Muy Bajo decía:
–¡Hola, raíces!
Cuando pasaban por delante de una casa, Ratón
Muy Alto decía:
–¡Hola, tejado!
Y Ratón Muy Bajo decía:
–¡Hola, sótano!
Un día les pilló una tormenta. Ratón Muy Alto
dijo:
–¡Hola, gotas de lluvia!
Y Ratón Muy Bajo dijo:
–¡Hola, charcos!
Corrieron a su casa para resguardarse.
–¡Hola, techo! –dijo Ratón Muy Alto.
–¡Hola, suelo! –dijo Ratón Muy Bajo.
Pronto pasó la tormenta. Los dos amigos se
acercaron a la ventana. Ratón Muy Alto aupó a Ratón Muy Bajo para que pudiese
ver. Y los dos juntos dijeron:
–¡Hola, arco iris!
Arnold
Lobel
BAILE DE LETRAS
Aceptan las vocales la invitación de las consonantes
y las mayúsculas abren palabra. Comienza la frase. Al ritmo lento de la
ortografía y la gramática, los artículos determinan, califican los adjetivos y
denominan los sustantivos. Las ees se hacen notar por estridentes. No disimula
el embarazo la be al cruzarse con la uve. Petulantes los reflexivos. La i
griega abandona su soledad de anacronismo y forma con la o una pareja egocéntrica.
Una hache devaluada observa en silencio la oración. La nota exótica es puesta
por la ce cedilla. El punto y aparte marca un respiro.
Durante la pausa, la te mira con catalejo y
aprovechan bes y pes para cortejar a la eme. Al fondo de la página se establece
un altercado entre la zeta andaluza y una ese amerindia. En el aire hay una
incertidumbre de puntos suspensivos. La interjección dirime la polémica
poniendo los puntos sobre las íes. Concluye el paréntesis y la melodía de la
sintaxis se reanuda entre signos de admiración. Condicionales y subjuntivos, verbos
transitivos y complementos directos, principales y subordinadas, en alegre
yuxtaposición, giran en torno a sujeto y predicado. Con el ajetreo, más de un
monosílabo pierde la tilde. Algunos corchetes los sujetan. Las comas y los
puntos y comas
Puntúan con gracia. Los ques son relativos. Al
cabo, concluirá el baile o el párrafo y el amanuense proclamará el punto final.
Sabas Martín
CANCIÓN
DEL ESTORNUDO
En la guerra le caía
mucha nieve en
la nariz,
y Mambrú se
entristecía.
Atchís.
Como estaba tan resfriado disparaba su arcabuz
y salían estornudos.
Atchús.
En mitad de la batalla
se sonaba la nariz
con un pañuelito blanco.
Atchís.
Con el frío y el resfrío
le dio tanto patatús,
que al ratito pidió gancho*.
Atchús.
Los soldados se sentaron
a la sombra de un fusil
a jugar a las barajas.
Atchís.
Mientras hasta la farmacia
galopando iba Mambrú,
y el caballo estornudaba.
Atchús.
Le pusieron cataplasmas
de lechuga y aserrín,
y el termómetro en la oreja. Atchís.
Se volcó en el uniforme
el jarabe de orozuz*,
cuando el boticario dijo:
Atchús.
|
Le escribió muy afligido
una carta al rey Pepín,
con las últimas noticias.
Atchís.
Cuando
el rey abrió la carta la miró bien al trasluz,
y se contagió en seguida. Atchús.
"¡Que
suspendan esa guerra!" ordenaba el rey Pepín.
Y la Reina interrumpía:
Atchís.
Se
pusieron muy contentos
los
soldados de Mambrú,
y
también los enemigos.
Atchús.
A
encontrarse con su esposa don Mambrú volvió a París.
Le dio un beso y ella dijo:
Atchís.
Es mejor
la paz resfriada
que la
guerra con salud.
Los dos bailan la gavota*. Atchús.
Mª Elena Walsh
Gancho: pedir tregua breve
en un juego
Gavota:danza de orign muy
popular en el siglo XVIII.
Orozuz: regaliz
|
De dónde viene el frío
El abejorro del frío vive en la cima de un iceberg muy al norte del
norte de Groenlandia. Pesa veinte mil kilos y le gustaría poder volar. Y
podría, si no fuera porque sus alas no tienen fuerza suficiente. Aun así, como
el abejorro del frío todavía tiene la esperanza de conseguirlo algún día,
continúa, zumba que te zumba, agitando sus alas sin descanso. Mueve el aire con
tanta fuerza, que así es como el viento frío del norte consigue desplazarse
tantísimos kilómetros y llegar hasta donde vivimos. El abejorro del frío
practica durante todo el invierno, y luego, cuando llega la primavera, está
tan agotado que se queda dormido. Y menos mal, porque si no, nos quedaríamos
sin verano.
En verano, el abejorro del frío duerme y sueña que está volando. En
una ocasión, a un hombre muy friolero al que no le gustaba nada el invierno se
le ocurrió una idea, según él, muy ingeniosa: le mandó un paquete lleno de
somníferos con la esperanza de que siguiera durmiendo durante el invierno. Pero
no hubo suerte; el cartero era un oso polar tan curioso que abrió el paquete y
se tragó todas las pastillas.
Desde entonces, ya no se reparte el correo en
Groenlandia, porque el oso polar todavía no se ha despertado, y encima, como
era el único que sabía dónde vive el abejorro del frío, nadie nos puede dar
noticias de cómo se encuentra. Lo único que podemos afirmar es que, mientras
sigamos teniendo invierno todos los años, el abejorro del frío todavía sigue
vivo.
Schubiger, J. y Hohler, F.
De dónde vienen los nombres de
los animales
La palabra
«cocodrilo» viene del egipcio, y significaba: «¡Uf, te has vuelto a salvar por
los pelos!».
Al perro
antiguamente se le llamaba «mano», porque tiene tantas patas como dedos tiene
una mano, o sea, cuatro o cinco, según se cuente el rabo del perro o se excluya
el pulgar de la mano.
Las garrapatas se
llaman «garrapatas» porque tienen patas y con ellas se agarran.
El poni en
realidad no se llama «poni», sino de una manera totalmente distinta. Su nombre
es tan largo y tan difícil de pronunciar que nadie se acuerda de él. Si alguien
lo recordara, todavía le llamaríamos por su nombre. Al poni solo se le llama
«poni» porque es más fácil, pero es incorrecto.
La vaca se
llama «vaca» porque tiene aspecto de vaca. El gato se llama «gato» porque se
parece muchísimo a otros animales que se llaman así.
El gato al que llamaron «gato» hubiera preferido llamarse «ratón». Pero
como el ratón ya se llamaba así (por cierto, desde hacía mucho tiempo), el gato
tuvo que seguir llamándose así para que no hubiera confusiones.
Un niño y una niña descubrieron en el bosque un pájaro que no habían
visto nunca antes. Su pico era tan naranja que parecía una zanahoria.
-¡Míralo! -le dijo el niño a la niña, señalando al
pájaro.
-¡Mírala! -le dijo la niña al niño, señalándolo también. A partir de
ese día, llamaron al macho «míralo» o
«mirlo», y a la hembra «mírala» o «mirla».
El nombre «papagayo» viene del hindú y significa: «¡Espera a que
termine de hablar!, ¿vale?».
El hombre es el único animal que no tiene nombre. En las lenguas
antiguas, «hombre» o «nombre, no-nombre» significaba: «sin nombre».
Schubiger, J. y Hohler, F
ENTONCES HABÍA DIOSES
Los hombres y las mujeres no habían llegado aún cuando sucedió esta historia. El mundo era diferente. Pero ya el águila estaba allí. Sobre el gran manzano extendió las alas, los rayos de sol las bañaron de luz y pareció más poderosa. Levantó el pico hacia el cielo.
Allí, en el Jardín de las Hespérides, era feliz. Ella reinó en aquel paraíso durante muchos años. Pero cuando aparecieron los primeros humanos empezaron a cambiar las cosas. La ambición, las ganas de poseer, las ansias de poder destruyeron el paraíso que los dioses quisieron ocultar durante muchos años. Nunca entendió, ni aceptó la capacidad de los hombres y de las mujeres para destruir y matar. Eran capaces de inventar razones para poder hacer guerras y utilizar la desgracia y el sufrimiento para enriquecerse. La humanidad no entiende que la felicidad está en las pequeñas cosas.
No supieron encontrar el célebre manzano del Jardín de las Hespérides, aunque estaba allí, delante de sus ojos incrédulos.
Por aquel entonces el mundo se apoyaba en las inmensas espaldas de Atlante. Era poderoso como una montaña, fiero como un león, bello como un atardecer. El gran Atlante se paseaba con el mundo sobre los hombros y ponía su nombre a mares y a cordilleras. Ese era su andar por el Universo.
Sucedió que un día conoció a la bella Hesperia. Ella lavaba sus pies en el gran océano. Él quedó prendado y la persiguió hasta los confines del Universo, hasta que consiguió casarse con ella.
Fueron felices y de su unión nacieron las hijas, las Hespérides. Pero Atlante no quiso ver a las recién nacidas. Las arrojó de su lado, lejos de sí. Las niñas crecieron solas cada una en una isla, en aquellas Islas olvidadas del mar tenebroso. Más allá de los confines conocidos. Las solitarias Hespérides vivieron condenadas a cuidar el fabuloso jardín en el que florecían las más extraordinarias plantas y en el que deambulaban marañosos animales. En lo más umbroso y escondido del jardín crecía el famoso manzano. Cada vez que el sol salía o se ocultaba se podían ver las manzanas de oro macizo que colgaban de él y que dejaban la isla envuelta en luz dorada. El árbol proporcionaba la eterna juventud a quien probara una de sus frutas. Era un manjar prohibido a los humanos. Las Hespérides, para poder guardar bien las manzanas de oro, contaban con la ayuda de un fiero dragón de siete cabezas, de piel escamosa, correosa, dura como los eslabones de una gruesa cadena, de aliento infernal y de fauces babeantes. Por suerte ningún humano ha encontrado el árbol en aquellas Islas de las Hespérides perdidas en el gran océano.
En las Islas quedan vestigios de aquel inmenso dragón.
En ellas encontramos los dragos, de hojas como púas despeinadas, de tronco rugoso, como formado por eslabones de cadenas viejas, retorcido por el dolor de metamorfosearse en vegetal.
Ernesto
Rodríguez Abad
DOS LAPICEROS
Un lápiz y un
lapicero de color estaban discutiendo cuál de los dos era más importante. Para
demostrar lo que sabía hacer, el lápiz dibujó una barca de remos, un velero,
una balsa, una canoa y un transatlántico. El lapicero, que era de color azul,
pintó el mar debajo de ellos.
Cuando los dos ya
estaban cansados, sedientos y casi sin punta, el lapicero color dijo:
- Querido lápiz, dibújame un
vaso para que pueda pintar agua dentro. Y
el lápiz contestó: ¿Te importa si dibujo dos vasos?
Schubiger, J. y Hohler, F
EL ÁRBOL QUE
LLORABA
Era feliz, aunque no lo
parecía, pues el árbol Garoé,
que era un tilo muy frondoso, lloraba todas las
noches,
lloraba todos los días.
Millones de lagrimitas
se reunían generosas
en su ejército de hojas
formando una hermosa copa
que lloraba...
¡Hip...! ¡Hip...!
¡Hip...!
Lloraba todas las noches,
lloraba todos los días.
La gente estaba contenta.
«¡Ja...! ¡Ja...!
¡Ja...! ¡Ja...!»,
decían, mientras que el agua llorada se
metía en los estanques, pozos y albercas que en la
isla había.
Y
nadie pasaba sed
en
la isla pequeñita
porque
el árbol Garoé,
aunque no lo parecía,
era
muy feliz llorando.
¡Hip...!
¡Hip...! ¡Hip...! ¡Hip.
Llorando
todas las noches,
llorando todos los días.
Isabel Medina
EL CISNE QUE LADRA
En una noche
de luna,
en una noche de paz,
por la laguna
va y se desliza como una S de tiza
un ladrón con antifaz.
Todo el mundo está en su cucha
roncando en tono menor,
y nadie escucha
ni desconfía
porque un pato policía
monta guardia alrededor.
En el agua hay un tesoro
que de día no se ve:
pepitas de
oro,
rayos de
plata,
tesoro de algún pirata
que lo abandonó y se fue.
Viene armado el delincuente
de un mapa y colador.
Tranquilamente
por la laguna
roba toda la fortuna
con modales de señor.
Llega el pato policía
y diciendo cua cua cua
lo desafía
mas no lo atrapa,
que el cisne ladrón escapa
a toda velocidad.
Cuando aclare en la laguna
anda a verlo y lo verás:
de la fortuna
no quedan huellas
porque el cisne robó estrellas.
Nada
menos, nada más
El regalo
Al
principio de los tiempos no había nada más que dos grajillas revoloteando en
la oscuridad.
Se querían
tanto que quisieron hacerse un regalo.
¿Pero qué
se podían regalar si no había nada?
Decidieron
separarse, y regresar cuando cada una tuviera un regalo para la otra.
Tuvieron
que irse muy, muy lejos, antes de volverse a encontrar.
Una de las
grajillas traía una pequeña piedra en el pico y la otra un rayo de luz. Eso fue
lo que se regalaron la una a la otra.
En cuanto
el rayo de luz cayó sobre la piedra, esta empezó a brillar y se hizo tan grande
que las dos grajillas se pudieron sentar encima.
Hasta ese
momento, siempre habían estado volando, y era la primera vez que se podían
sentar sobre algo.
Solo
entonces se dieron cuenta de lo cansadas que estaban de revolotear por la Nada
sin llegar a ningún lugar.
Se dijeron
otra vez la una a la otra lo mucho que se querían y se murieron.
En cambio,
la pequeña piedra creció y creció hasta que se convirtió en la primera
estrella, y de ella, más tarde, surgieron todas las demás.
Schubiger, J. y
Hohler, F
EL REINO DEL REVÉS
Me dijeron que en el Reino del Revés
nada
el pájaro y vuela el pez,
que
los gatos no hacen miau y dicen yes, porque estudian mucho inglés.
Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.
Me dijeron que en el Reino del
Revés
nadie baila con los pies,
que un ladrón es vigilante y
otro es juez,
y que dos y dos son tres.
Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.
Me dijeron que en el Reino del
Revés
cabe un oso en una nuez,
que usan barbas y bigotes los
bebés,
y que un año dura un mes.
Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.
Me dijeron que en el Reino del
Revés
hay un perro pequinés,
que se cae para arriba y una
vez...
no pudo bajar después.
Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.
Me dijeron que en el Reino del
Revés
un señor llamado Andrés
tiene 1530 chimpancés
que si miras no los ves.
Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.
Me dijeron que en el Reino del
Revés
una araña y un ciempiés
van montados al palacio del
Marqués
en caballos de ajedrez.
Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.
EL TRANVÍA
El último tranvía que rueda todavía
se va, se va, se va. Qué
lástima me da,
pues ya no volverá.
Por un caminito de aserrín
va el tranvía, tin tilín tilín.
Pide una manzana y no le dan
ni una esquina, tan talán talán.
Si un tranvía va por un jardín
se equivoca, tin tilín tilín.
Y si choca con un capitán paga multa, tan talán talán.
Si a un tranvía le brota un jazmín en
el techo, tin tilín tilín,
Las hormigas cómo viajarán
De contentas, ta talán talán.
Si un tranvía toma naranjín
Se emboracha, tin tilín tilín.
Pero si un tranvía come pan
No se empacha, tan talán talán.
LA ISLA DE LOS CUENTOS
En un mar de chocolate nada una isla arrastrada
por un gigante que tiene unas cosquillas como una tormenta. En el centro de la
isla hay un volcán lleno de refrescos que escupe cubitos de hielo cuando las
sirenas tienen calor.
Es una isla increíble llena de árboles que
producen libros de todos los colores. Sobre ella vuelan peces que cantan como
jilgueros y osos que comen nubes de fresa.
Todos los días se ven cosas nuevas en ella. Una
piedra que flota, un tigre cocinero o una flor que huele a salchichas con
tomate.
Pero lo más increíble de la isla, con ríos de
miel y playas de colores, son sus inolvidables habitantes.
Un pirata con miedo al mar construyó un barco en
medio de la isla. La niña con sueños de colores vive en ella cuando no
tiene colegio. También habitan allí el vampiro que inventó la crema
bronceadora, el hombre invisible y, cómo no, un hada que tenía una tele con
mando a distancia para ver todos los cuentos del mundo.
Allí vive, también, el hombre-lobo, pero no como
te lo han contado, Afeitado, depilado y bien trajeado. Dirige una tienda de
ropa elegante, justo al lado del bosque de cristal. En su interior, tiene su
dulce hogar el ogro que escribe poemas para amar.
Los introduce en botellas y los lanza
al mar con la esperanza
de que le devuelvan la botella para reciclar.
Todos disfrutan cada día de las palabras que
nadan, saltan y vuelan por todos los rincones de la isla y que forman una gran
nube de camaleones que la hacen invisible a aquellos seres que no tienen imaginación.
En la isla están prohibidos la guerra, la
envidia, el hambre, el miedo y el aburrimiento. La única obligación que tienen
sus habitantes es la de inventar cada día, por lo menos, una sonrisa, soñar y
contar un cuento.
LA ISLA FANTASMA
Voy a
contarles la historia de una isla singular,
nacida de fuego y lava
desde el más profundo mar.
g Era curiosa y coqueta
y andaba aquí y allá,
igual se iba al norte que al azul inmensidad.
San Borondón,
no lo he
dicho todavía,
era la isla
fantasma,
la isla de la
ilusión,
isla de la
fantasía,
donde los sueños redondos realidad
se hacían.
Y aunque te cueste creerlo, no había desgracias ni guerras ni había
contaminación,
San Borondón, ya lo dije,
es una isla
ilusión.
Aniceto, su
guardián,
un dragón
peludo y verde,
la cuidaba
sin cesar.
Y para que nadie turbara
la felicidad completa
de esta isla pequeñita
nacida para soñar,
ante algún peligro extraño
el dragón verde y peludo
le decía testarudo:
«Islita, islita mía,
escóndete ahora mismo dentro de la mar bravia».
Y San Borondón, contenta,
se sumergía al instante
y entre peces y sirenas
y caballitos de mar
bailaba una danza nueva
con el mismo dios Neptuno
que vivía muy contento,
es normal,
en un hermoso palacio
En lo más hondo del mar.
Es increíble lo grande que es el
mar.
Los primeros
hombres que poblaron la Tierra nunca iban solos a la playa, siempre preguntaban
primero a los demás para ver si alguien les acompañaba. Luego, se cogían de la
mano y se acercaban juntos a la orilla.
-Por lo menos
tenemos que ir diez para poder ver el mar -decían-. Uno solo no lo consigue.
La primera frase
Tuvo que pasar mucho tiempo antes
de que el ser humano pudiera decir una frase entera con sentido.
Al principio, solo sabía palabras
sueltas, y cada una tenía muchos significados distintos. Así, por ejemplo,
«cerdo» no significaba solo cerdo, sino también: conejo, pájaro, mariposa,
ratón, elefante y mosquito; «lago», además de lago, significaba: lluvia, río,
agua, nieve, hielo y glaciar; y, cuando un hombre quería decir a una mujer que
la quería, tan solo exclamaba: «¡Oooh!».
Pero un día, un hombre se enamoró
de una mujer de largos cabellos negros, y estas pocas palabras dejaron de ser
suficientes.
Se marchó de su cueva, se sentó
encima de un peñasco y se pasó tres días con la cabeza en las nubes. Después,
fue en busca de la mujer de los largos cabellos negros, inspiró profundamente
y dijo: «Me gustas». La mujer enseguida supo a qué se refería, y como también
le quería, le dio la mano y se quedó con él.
La frase corrió de boca en boca
como un vendaval. Ahora, siempre que se encontraban dos desconocidos, se
miraban fijamente a los ojos hasta que uno de ellos se acercaba al otro y le
decía: «Me gustas».
Por eso, con estas dos palabras se
podían decir cosas tan distintas como darse la mano, amor, bienvenido o incluso
paz.
En cierta ocasión, un hombre con
un hacha de piedra llegó hasta la cueva del hombre que inventó la frase, y que
con el paso de los años se había convertido en un anciano.
Este le dijo a su mujer de largos
cabellos negros, que ahora eran blancos, que esperara dentro, salió de la cueva
y miró al extraño a los ojos. Entonces se acercó a él y le dijo: «Me gustas».
Las estrellas
Hace mucho tiempo, cuando la
Madre Tierra todavía ensayaba la Creación, los hombres tenían flores en la
cabeza. Aunque quedaban muy bonitas, sobre todo en primavera, cuando todos se
paseaban con un pequeño prado multicolor encima, a las abejas les encantaban
las flores. Así que los hombres, además de llevar prados en la cabeza como si
fueran sombreros, tenían que "aguantar todo el día un enjambre de abejas
zumbando a su alrededor, y por si esto fuera poco, un simple movimiento en
falso y, ¡paf!, se les echaban todas las abejas encima para picarles. Era un
fastidio, pero un fastidio de verdad, por eso los hombres se quejaron a la
Madre Tierra.
-Tenéis razón -dijo-, no fue
muy buena idea.
Les arrancó las flores de la
cabeza y las lanzó al cielo con toda su fuerza. Allí se quedaron, y desde
entonces brillan sobre la Tierra, y las conocemos como estrellas.
Los tallos sin flores que
les quedaron a los hombres en la cabeza se
convirtieron en el pelo.
Hoy en día, todavía se dice
que la gente calva, aunque no
sepa muy bien por qué, es a
la que más le gusta mirar las estrellas.
MÁS ALLÁ
Quisiera ser
astronauta
y viajar al
más allá
Más allá de
las estrellas...
más allá.
¡Big Bang! ¡Big Bang...!
Dicen que en
el universo
hubo un día
una explosión.
«¡Big Bang...! ¡Big Bang...!»,
gritó el
infinito
y nació el
espacio y el tiempo.
¡Big Bang...! ¡Big
Bang...!
y nacieron
las galaxias
y estrellitas
a montones
y nubes
alborotadas
y gases de
mil colores.
Y se formó la
materia
de electrones
y protones.
«¡Big Bang...! ¡Big Bang...!»,
«¡Qué
estallido! —dijo el Sol—.
Acabo de nacer
y no respetan
mi sueño,
y ni siquiera
mi siesta.
Seguro que
ahora mismo
se forma el
planeta Tierra».
Y así fue...
Los años por
mil millones
se juntaron
todos juntos
y nació esta
hermosa bola
que
llamamos...
¡nuestro
mundo!
Por eso yo
quiero ser astronauta
y viajar al
más allá.
Más allá de
las estrellas...
más allá.
MARILIN BOMBÍN
Marilín Bombín
quería ser bom... bom... bombera.
Odiaba a los pirómanos,
pirócatos, piráticos,
puréticos...
porque Marilín Bombín
quería ser bom... bom...
bombera.
Asustó al fuego con una larga
manguera y con un enorme
casco tapó su cabellera.
Escribió un ultimátum con su
letra
a los pirómanos, pirócatos,
piráticos, puréticos...
que andaban sueltos por la tierra.
Porque Marilín Bombín
quería ser bom...
bom... bombera,
Y cuentan las historias
excelentes
que nunca hubo
un incendio entre sus gentes.
Bañaba con agua de la lluvia
todo el día
a los pirómanos, pirócatos,
piráticos, puréticos...
que un fuego cualquiera
prendían.
Porque...
Marilín Bombín
quería ser bom... bom...
bombera.
Isabel Medina
MI AMIGO ISAAC
Cuando
la tarde se acuesta
y
la noche extiende su manto
cuajado
de estrellas,
que
tienen la manía,
todas
ellas,
de
dormir durante el día,
yo
pienso en mi amigo Isaac,
que
es un amigo muy especial.
No
juego con él porque se duerme
en
las teclas de un piano de verdad.
Él
duerme y yo, despierta,
sueño
con verlo tocar.
¿Qué
edad tienes, Isaac?
¿Cuatro
años? ¿Diez años? ¿Diez más?
¿Cuántos
necesitas para que sepan
que
de verdad eres genial?
Eso dice mi papá.
Dice que eras un gran aventurero
y que quisiste dar la vuelta
al mundo entero.
Que les tocabas
sonatas a las olas
mientras bailaban
Y que las sirenas asombradas
Empezaban a cantar...
¡ De verdad que eras genial
Eso dice mi papá.
Isabel Medina
El regalo
Al principio de los tiempos no
había nada más que dos grajillas revoloteando en la oscuridad.
Se querían tanto que quisieron
hacerse un regalo.
¿Pero qué se podían regalar si no
había nada?
Decidieron separarse, y regresar
cuando cada una tuviera un regalo para la otra.
Tuvieron que irse muy, muy lejos,
antes de volverse a encontrar.
Una de las grajillas traía una
pequeña piedra en el pico y la otra un rayo de luz. Eso fue lo que se regalaron
la una a la otra.
En cuanto el rayo de luz cayó
sobre la piedra, esta empezó a brillar y se hizo tan grande que las dos
grajillas se pudieron sentar encima.
Hasta ese momento, siempre habían
estado volando, y era la primera vez que se podían sentar sobre algo.
Solo entonces se dieron cuenta de
lo cansadas que estaban de revolotear por la Nada sin llegar a ningún lugar.
Se dijeron otra vez la una a la
otra lo mucho que se querían y se murieron.
En
cambio, la pequeña piedra creció y creció hasta que se convirtió en la primera
estrella, y de ella, más tarde, surgieron todas las demás.
OJOS
Hubo un
tiempo en el que todas las cosas tenían ojos, incluso las piedras, el agua y el
musgo. Y también las cabras, y las cacas de las cabras, que por eso todavía hoy
son redondas. Todo tenía ojos, todo estaba hecho para mirar, pero no para ser
visto.
Fue entonces
cuando salió el Sol por primera vez. Su luz era tan luminosa que todos los ojos
se cerraron, y la mayoría quedaron así para siempre. Sin embargo, los ojos de
los animales y de los seres humanos volvieron a abrirse. Parpadearon. Se dieron
cuenta de que podían ver, aunque no sabían lo que veían.
Todo estaba
abarrotado de cosas. Algunas no paraban de moverse entre las que estaban
quietas, y los ojos las intentaban seguir con la mirada. ¡Qué jaleo! Solo de
verlo casi te ponías malo. Trompas, hocicos y picos, patas y pezuñas... Y verde
por todas partes, verde, verde, verde: un aleteo agita el aire, la luz
centellea entre las sombras.
Resumiendo:
lo que los ojos de los animales y de los hombres vieron cuando el Sol salió por
primera vez era un enorme revoltijo. ¿Quién iba a poner cada cosa en su lugar?
Hubo un
tiempo oscuro en el que todo tenía ojos. Quedan vestigios de esa época que lo
atestiguan: los ojos de las plumas de los pavos reales, los ojos de gallo que
nos salen en los dedos de los pies y los ojos de grasa que nadan en la sopa.
TWIST DEL MONO LISO
¿Saben, saben lo que hizo
el famoso Mono Liso?
A la orilla
de una zanja
cazó viva una
naranja:
¡Qué coraje,
qué valor!
Aunque se
olvidó el cuchillo
en el dulce de membrillo,
la cazó con
tenedor.
A la hora de
la cena
la naranja le
dio pena.
Fue tan bueno Mono Liso
que de postre
no la quiso.
El valiente
cazador
ordenó a su
comitiva
que se la
guardaran viva
en el
refrigerador.
Mono Liso en
la cocina,
con una
paciencia china,
la domaba día
a día:
la naranja no
aprendía.
Mono Liso, con rigor,
al fin la empujó un poquito,
y dio su
primer pasito
la naranja, sin error.
La naranja,
Mono Liso
la mostraba
por el piso.
Otras veces,
de visita
la llevaba en
su jaulita.
Pero un día
entró un ladrón.
Se imaginan
lo que hizo.
El valiente
Mono Liso dijo:
—¡Ay, qué papelón!
A la corte
del rey Bobo
fue a
quejarse por el robo.
Mentiroso el
rey promete
que la tiene
el Gran Bonete.
Porque sí,
con frenesí,
de repente dice Mono:
—¡Allí está, detrás del trono,
la naranja
que perdí!
Mas la
Reina dice:
—Ojo, que yo tengo mucho antojo
de comer una ensalada
de naranja amaestrada.
Mono Liso
contestó:
—Comerá cuando usted quiera
tres sandías y una pera,
pero mi
naranja, no.
Y la Reina
sin permiso
del valiente
Mono Liso
escondió en una sopera
la naranja paseandera.
Mono Liso la salvó,
pero a fuerza de tapioca
la naranja estaba loca
y este cuento se acabó.
Voy a contar un cuento
Voy a contar un cuento.
A la una, a las dos, y a las
tres: Había una vez.
¿Cómo sigue después?
Ya sé, ya sé.
Había una casita,
una casita que...
Me olvidé.
Una casita blanca,
eso es,
donde vivía uno
que creo era el Marqués.
El Marqués era malo,
le pegó con un palo
a... No, el Marqués no fue.
Me equivoqué.
No importa. Sigo. Un día
llegó la policía.
No, porque no había.
Llegó nada más que él,
montado
en un corcel
que andaba muy ligero.
Y había un jardinero
que era muy bueno pero. Después pasaba algo que no recuerdo bien. Quizás pasaba el tren. |
Pero lejos de allí,
la Reina en el Palacio
jugaba al
ta te ti,
y dijo
varias cosas
que no las entendí.
Y entonces...
Me perdí.
Ah, vino la Princesa
vestida de organdí.
Sí.
Vino la
Princesa.
Seguro que era así.
La Reina
preguntóle,
no sé qué
preguntó,
y la
Princesa, triste, le contestó que no.
Porque la
Princesita
quería que
el Marqués
se casara
con ella
de una
buena vez.
No, no, así
no era,
era al revés.
La cuestión
es que un día, la Reina que venía
dio un
paso para atrás.
No me
acuerdo más.
Ah, sí, la
Reina dijo:
—Hijita, ven acá.
Y entonces
no sé quién.
Mejor que
acabe ya.
Creo que a
mí también
me llama mi
mamá.
|
La Reina preguntóle, no sé
qué preguntó, y la
Princesa, triste, le
contestó que no.
Porque la
Princesita quería que el Marqués se casara con ella de una buena vez. No, no, así no era, era al revés.
La cuestión
es que un día,
la Reina
que venía
dio un
paso para atrás.
No me
acuerdo más.
Ah, sí, la
Reina dijo:
—Hijita, ven acá.
Y entonces
no sé quién.
Mejor que
acabe ya.
Creo que a
mí también
me llama mi
mamá.
|
A VOZ EN CUELLO
Contra viento y marea,
con el alma en un hilo
entre luces y sombras, amo la libertad.
Contra el frío y la nieve,
con un puñal clavado
entre el pecho y espalda,
amo la libertad.
Contra cepos y rejas,
con la pena insepulta
entre espinas y lágrimas,
amo la libertad.
Contra el agua y el fuego,
con un trozo de júbilo
entre dientes y muelas,
amo la libertad.
Contra pitos y flautas,
con tu mano en la mía
entre trinos y trenos,
amo la libertad.
Contra penas de muerte,
con la risa de un hijo
entre tiros de gracia, amo la libertad.
Contra todo pronóstico,
con el cuerpo dormido
entre sábanas blancas,
amo la libertad.
ALONDRA DE LA HIERBABUENA HERIDA
Que corran pronto doctores,
que no se tarden, que vengan,
que una oruga le ha picado
el tallo a mi hierbabuena
y se me muere de olor
de los pies a la cabeza.
Ve y tráelos en volandas,
aire de piernas ligeras
que te lo piden por mí
la salvia y la madreselva.
No le des tiempo a afeitarse
ni a mirarse las muñecas
a ver si el día ha salido
por su reloj de pulsera.
Que todas sus verdes hojas
se están poniendo muy yertas
y sus lamentos me están
doliendo en las venas.
Decidles que se ha prestado
el incienso y la alhucema
a una transfusión de aromas,
si el caso lo requiriera.
Decidles que vengan pronto
a curar mi hierbabuena,
que todo el campo está triste
llorando a su mejor hierba.
Que si se muere, este año
no saldrá la primavera,
ni se casará la alondra,
ni celebrarán su fiesta
los dragos y los arroyos,
los lirios y las hogueras.
Que corran pronto doctores,
que no se tarden, que vengan,
que ya sus hojitas verdes
se están muriendo en mis venas.
ALONDRA DE LA NIÑA DISTRAÍDA
Que sí, que sí te lo di.
Estaban, niña, delante
la rosa y el alelí.
Puedes también preguntarle
a la espiga de la fuente
y al girasol de la tarde.
¡Qué extraño que no recuerdes
que te lo puse en el dedo,
sentaditos en el césped!
Yo, en cambio, sí que me acuerdo.
La noche anterior habías
tenido un hermoso sueño:
paseabas por la pista
del anillo de Saturno,
dulce como una sonrisa.
Oyéndote, se nos puso
la boca de caramelo,
pero a mí más que a ninguno.
Y todavía te veo
con la melena dorada
llameando sobre el hielo.
Debías estar tan blanca
como una fría azucena.
Tú no te acuerdas de nada:
ni de anillos, ni de pulseras,
ni del collar de marfil:
tienes memoria de arena.
La rosa y el alelí
sí que se acuerdan de todo,
hasta el beso que te dí
de puntillas en tus ojos.
|
ALONDRA DE LAS LETRAS CASTIGADAS
Una tarde se escaparon
del colegio cinco letras,
las cinco letras vocales,
risas y llantos de seda.
Se pusieron a jugar
en el jardín de la escuela
y jugaron a los novios,
con las flores por parejas.
La «a» le dio el corazón
a un fino croto gris perla.
Se puso la «e» a reñir
con un dondiego cualquiera.
La «o» le ciñó los brazos
a un gladiolo de maceta.
Y la «i» se divertía
con una sosa camelia.
Porque asustaba a las flores,
la «u» se quedó soltera.
En esto, salió a buscarlas
—ira y puños— la maestra.
Sus labios eran tan rojos
y tan espesas las cejas,
que las flores se quedaron
más pálidas que la cera.
La «i» fue vista y no vista,
y, sin poner mano en ella,
de un brinco, subióse al agua
del surtidor de la escuela.
Y era, subida en lo alto,
burla de cristal su lengua.
La «o» se escondió en el vientre
de una pera sanjuanera
|
predestinada a sufrir
dentelladas de merienda.
La «e», ovillada en el suelo,
se hizo la ovejita muerta.
La «u» levantó los brazos
desnudos de la clemencia.
Las florecillas del patio
se quedaron boquiabiertas
al ver cómo castigaban
a sus amigas las letras.
No comprendían ni jota
de lo que allí sucediera:
los claveles eran mudos,
las rosas, analfabetas.
A todas las fue poniendo
de rodillas la maestra,
con los brazos extendidos
y una cesta en la cabeza.
La sonrisa de la «a»
llegaba de oreja a oreja.
Y, guiñando picardías,
la «i» sacaba la lengua,
rayando en el mapamundi
los senos de la maestra.
|
| |
(Míralo aquí.)
No se le ven las orejas
porque las tiene escondidas;
pero su voz es de trueno
y su alma de gasolina.
(Míralo aquí.)
Es oscuro como un mirlo
de la cabeza al timón;
pero le brilla la cresta
si vuela mirando al sol.
(Míralo allí.)
No puede cerrar las alas
ni posarse en la arboleda;
pero tiene más arrullos
que un palomo en primavera.
(Míralo allí.)
Deben construirle un nido
tan grande como una casa;
pero volar no podrá
dentro de ninguna jaula.
(Míralo allá.)
Si toca la nube blanca
será gusano de seda;
pero él no tuerce su rumbo,
suceda lo que suceda.
(Míralo allá.)
Mirándolo de muy cerca
es un pájaro mayor;
pero viéndole tan lejos
no es más que un gran cigarrón.
(Ya no se ve.)
¡Y con qué pena lo mira,
desde su verde limón,
la dulce pájara pinta
toda encendida de amor!
|
ALONDRA DEL MIRLO Y CIRUELO EN FLOR
| |
No me digas que te quiera,
que ayer dijiste lo mismo
al brezo y la madreselva.
Pierdes el tiempo conmigo:
a mis estrellas de nieve
no le hacen falta tus trinos.
Y, aunque sin alas me quede,
no encontrarás en mis brazos
una rama que te espere.
Sé lo que vienes buscando:
lucir tu traje de noche
sobre mis hombros nevados.
No son, mirlo, tus canciones
las que verán mi desnudo
desabrochado de flores.
Antes me quede sin fruto
que inmolar mis risas blancas
a pico tan inseguro.
Sigue a mentir en volandas
a otros árboles lejanos
que crean en tus palabras.
En mí no vengas buscando
amor para un alto nido.
Ni pretendas que te quiera,
que ayer dijiste lo mismo
al brezo y la madreselva.
|
EL MARINERO TENÍA
El marinero tenía
lleno de salitre el pecho.
Por eso como ninguno
tanto corría el velero.
Una novia en Buenos Aires
después tuvo el marinero.
Por eso tanto corría
hacia América el velero.
El marinerito tuvo
una novia en cada puerto.
Por eso tanto las calmas
caían sobre el velero.
EN EL TAPETE DEL MAR
En el tapete del mar
el cielo con sus estrellas
está jugando a los dados.
Y el faro sigue en sus trece
guiñando el ojo a los barcos.
GOMERA
A cara o cruz he lanzado
a la mar una moneda;
salió cuna y nací yo:
cuna o concha es La Gomera.
Súbete al roque más alto,
silba con todas tus fuerzas
hacia atrás, hacia la infancia,
a ver si el eco recuerda
las bordadas camisillas
que abrigaron mi inocencia.
Sílbame más, mucho más,
que oiga las primeras letras
del alba silabeando
los renglones de mis venas.
Silba, silba sin cesar,
y tráeme la escopeta,
los caballitos de caña
con sus bridas y cernejas,
el croar de los barrancos
y las palmas guaraperas.
Silba, silba sin descanso,
hasta llamar a la puerta
de los que en lucha cayeron
con la rebeldía a cuestas.
Sílbame el Garajonay,
que va siempre sin pareja
bailando el santodomingo
camino de las estellas.
Sílbame el rítmo de fuego
con que danzan tus hogueras
dando a la noche madura
la juventud de doncella.
Sílbeme el faro sus luces,
los alfileres que vuelan
a hundirse en el acerico
redondo de las tinieblas.
Sílbame la sal y el agua,
sílbame el pan y las penas,
y la libertad que amamos
sílbala a diestra y siniestra.
Cierto que no morirás,
mas si algún día murieras
entra en el cielo silbando
y silbando pide cuentas
de por qué te condenaron
a soledades perpetuas.
Y ahora silba más hondo,
silba más alto y sin tregua,
silba un paloma blanca
que dé vuelta a la tierra.
HOY HA VENIDO EL BARQUITO
Hoy ha venido el barquito.
Hasta las bordas, el mar.
Todos los marineritos
en un pantano de sal.
Tenían tatuajes lindos
en las muñecas morenas:
áncoras, peces, barquitos
hechos con granos de arena.
Hoy ha venido el barquito
casi enterrado en el mar.
Todos los marineritos
hablaban de usted a la sal.
LA TARDE ESTABA SENTADA
La tarde estaba sentada
con su sombrilla de seda
en la arena de la playa.
El sol le hablaba de amores.
La tarde no contestaba.
Una barquilla le dijo:
—Contigo, ¡qué dulce el agua!
Y todo el mar fue de azúcar.
LA LAGUNA
Yo me he subido hasta aquí,
yo, verode, a los tejados,
para poner a la altura
de la ciudad todo el campo.
Y no es que quiera evadirme
de la amistad del arado
por codearme con torres,
veletas y campanarios,
que es mi savia la que enciende
los populares geráneos,
la ternura de la hierba
que cubre el vientre del barro
y las tierras de labor
donde sonríe el trabajo
mirándose en el espejo
de los frutos y los granos.
Campesina es mi raíz,
pero mi traza es de hidalgo
y amo estas calles, las quiero
con todos mis verdes altos,
estas calles que se alejan
hacia los silencios mansos
que se duermen en la frente
del buey redondo del llano.
Por estas calles yo he ido
con mis libros bajo el brazo,
desde las ágiles aulas
al lento Camino Largo,
de las fuentes del Derecho
a la ecuación de los pájaros
y del trino de una flor
al seno de un corolario,
siempre por mi soledades
y sueños nunca alcanzados.
De aquí contemplo los cerros
que me custodian los flancos,
mis cerros como carretas inmóviles: son mis barcos,
esos barcos que tripulan
lluvias y vientos descalzos
aunque a veces vaya en ellos
a pena de contrabando.
|
Tal San Roque. Su recuerdo
aún me sangra en el costado.
Fue hermano mío: el primero
que abrió mis ojos al llanto
a quien una piedra en forma
de cruz sostiene en los brazos. Pero yo no soy tristeza
ni caracol ermitaño,
sino antena que trasmite
ese abierto abecedario
de letras vivas y hojas
que pone en pie cada árbol
para que sea la urbe,
más que un mármol de basalto,
el corcel en el que viaja
el pensamiento a caballo.
Yo no miro sobre el hombro
a los que van paso a paso pastoreando silencios,
crepúsculos y rebaños.
Y cuando toda la vega
entra en mis lares bailando,
y sus aperos y frutas
se entrañan en mi regazo,
y cada calle da a la luz
mieses, carretas, ganados,
en el río de colores
que es la progenie del agro,
el corazón en el pecho
me salta como un muchacho.
Únicamente lo saben
los que miran a lo alto.
Y me siento muy feliz presidiendo los tejados
de mi Laguna del alma
-nidal, simiente, cenáculo-
belén de sabiduría
que da nacimiento al campo.
|
NANA DE UNA ISLA
Ella había nacido para el mar.
Las curvas de su espalda,
desde muy pequeñita,
tenían cumpleaños de olas.
Se despertaba
con rumores de playa en los costados,
con sus cabellos de alga en las arenas
y el pez de la sonrisa
nadándole los labios.
Crecíase hacia adentro,
hacia sus libertades submarinas,
que tomaban el sol abriéndole los ojos
en tirones de sueños y resacas.
Un día se fue al mar:
iba llorando soledades.
Una lágrima fue su salvavidas.
De ella tomó volcán, intimidad y contorno.
Y se quedó flotando entre las aguas.
Ahora es una isla que llaman Tenerife.
NAVEGAR
Navegar. Navegar. Navegar.
Enhebrar en los ojos
todos los horizontes de la mar.
Navegar. Navegar.
Tener un muestrario
de todas las olas del mar.
Navegar.
Ser liquen hinchado de mar
en el mar.
Navegar.
Navegar.
Navegar.
POR UN SENDERO SALADO
Por un sendero salado,
camina que te camina,
en un caballo de mar,
amazona una sardina.
En el puñal de su vientre,
un peto de plata viva.
Y en las aletas, las riendas
de una seda submarina.
Por un sendero salado,
camina que te camina,
hacia el reino de las algas,
amazona una sardina.
TÍRAME LA OLA
Tírame la ola,
tírame la sal,
tírame tus labios
que son de coral.
Tírame en la arena,
tírame en el mar,
tírame en tus labios
que son de coral.
… Y POR LA TARDE
…Y por la tarde, las torres,
las chimeneas, las casas,
van de paseo, en sus sombras,
para bañarse en la playa,
y columpiarse en las olas
y aprender nuevas sonatas.
Y después, de mañanita,
y como siempre: descalzas,
se estiran por el paisaje,
se suben a las montañas,
para contarle las cosas
que aprendieron en las aguas.